En busca del dorado

Por J. M. Mulet, el 6 julio, 2017. Categoría(s): General ✎ 64

Post escrito por MIGUEL EZQUERRO URZANQUI, alumno del máster de biotecnología molecular y celular de plantas que organiza el IBMCP.

Hace 500 años los conquistadores españoles llegaban a América. La leyenda cuenta que en el siglo XVI,  uno de los reyes de lo que actualmente es el norte de Colombia se cubría el cuerpo con polvo de oro y realizaba ofrendas en una laguna sagrada durante las celebraciones de la cosecha. Este hecho,  dio pie a múltiples expediciones en busca del legendario reino conocido como el Dorado. Estoy seguro de que esos conquistadores sufrieron los malintencionados efectos del virus de la gripe en algún momento de su vida, como casi todos nosotros en pleno siglo XXI. Y es que todos los virus son malos. ¿O no?

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¿Qué pensaríais si os dijera que gracias a un virus puede que un día lleguemos a comer una ensalada dorada y que encima nos ayuda a no envejecer?

Pues ese es el objetivo de mi trabajo fin de Máster, la busca del Dorado (ahora eso sí, del color no de oro propiamente dicho).  Y, ¿por qué? Bueno pues porque lo que queremos es producir un compuesto biológico de forma masiva en plantas comestibles que mejora nuestra salud. Y da la casualidad de que a la vez es amarillo y por tanto fácilmente detectable.

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Me refiero a los carotenoides, compuestos orgánicos derivados del isopreno, formados por largas cadenas de átomos de carbono. Pero eso es una descripción técnica que queda entre científicos, lo realmente importante, es que estos compuestos tienen un fuerte efecto antioxidante y previenen por tanto la aparición de esas molestas arruguitas (evitando así un  buen número de operaciones estéticas con delirantes resultados).

Pero no solo eso, además ayudan a prevenir ciertos tipos de cáncer, fortaleciendo nuestro sistema inmunológico, así como la aparición de enfermedades cardiovasculares y las cataratas. Estos compuestos,  además presentan colores vivos y son los responsables del rojo del tomate  (licopeno) o del naranja de la zanahoria (β-caroteno) y son precursores de un nutriente imprescindible en nuestro organismo, la vitamina A, necesaria para mantener la vista sana.

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 ¿O creías que lo de tomar zanahoria para mejorar la vista, era una mentira que te contaban para que comieras verdura?

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Pero vamos a lo importante, ¿Que pintan los virus en todo esto? Bueno pues más de lo que parece. A pesar de que los virus son patógenos intracelulares obligados y tienen efectos perjudiciales para la salud, con un poco de ingeniería genética podemos cambiar la situación en nuestro beneficio. Y más todavía si hablamos de virus de plantas, los cuales son  completamente inofensivos para los humanos. Modificando en el laboratorio un virus podemos hacer que este en vez de daño, produzca cualquier proteína o metabolito que podamos imaginar, entre ellos lo habéis adivinado, carotenoides.

Este método aprovecha la capacidad natural que tienen los virus de “dominar” a las células vegetales para que estas hagan lo que les mande. Claro, los científicos nos tenemos que asegurar de “dominar” al virus, de forma que lo que esté le ordene a la planta en realidad sea lo que nosotros queremos, sin que se entere de que está siendo manipulado, claro.

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Decirlo es fácil, pero técnicamente construir un vector viral para que la planta produzca más carotenoides no es nada sencillo. En este caso, hemos utilizado el TuMV (el virus del mosaico del nabo), chistes aparte, es un virus que se deja manipular y en el que se ha introducido la enzima crtB (fitoeno sintasa) procedente de la bacteria del suelo Pantoea ananatis. Se utiliza una proteína de una bacteria,  porque es más activa que cualquiera de las vegetales en la producción de fitoeno que es el precursor inmediato del resto de carotenoides. Una vez tenemos fitoeno, la planta se encarga del  resto.

La ventaja de utilizar un virus manipulado es que evitamos hacer plantas transgénicas, que tan poco aceptadas están socialmente, sobre todo a la hora de ser usadas para la alimentación humana. Por otro lado, la replicación del virus produce un aumento de la producción de carotenoides que aumenta exponencialmente la concentración de estos compuestos tan ventajosos para la salud.

Solo nos falta por presentar al actor más importante, la planta. En nuestro caso hemos utilizado plantas con hojas comestibles como lechuga, espinaca o rúcula con las que hemos hecho diversas pruebas de síntesis de carotenoides. El objetivo era observar una transformación del color verde de las hojas por el tan ansiado amarillo. Ya se sabe cómo es esto de la ciencia, cada paso hacia delante es un esfuerzo enorme y tan solo en las hojas de rúcula el efecto era apreciable.

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Así, que al menos podemos decir que nosotros hemos tenido éxito (parcial) en la búsqueda del Dorado, no nos haremos ricos, pero como se dice en estos casos, siempre nos quedará salud    ( y encima mejorada).



64 Comentarios

  1. Enhorabuena por tu trabajo Miguel, un post muy interesante y sencillo de entender. Encantado de todos los jovenes que participan en el blog de JM Mulet.

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