Trabajo presentado Rubén González.

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La primera vez que los vi pululaban por una pequeña placa, moviendo sus alargados cuerpos ante mi emoción por contemplarlos por primera vez. Emoción que pronto se convirtió en asombro al tener que visualizarlos a través de una lupa.

Y es que Caenorhabditis elegans es un pequeño nematodo (aunque para entendernos aquí le llamemos gusano) que apenas mide 1 mm. En ese minúsculo tamaño se encuentran el 40% de nuestros genes y se mantienen conservadas nuestras rutas metabólicas esenciales. Gracias a ello podemos estudiar en él infecciones microbianas, el envejecimiento o enfermedades como la obesidad, la diabetes o el Alzheimer.

Todo esto era desconocido para mí hasta que conocí a Daniel Ramón Vidal. Daniel forma parte (es el CEO) de Biopolis, una empresa biotecnológica que cuenta con estos gusanos para comprobar en una primera instancia casi cualquier compuesto. La ventaja de hacer estas pruebas en gusano son su pequeño tamaño, que facilita su manejo y mantenimiento, y su breve tiempo de vida, que ahorra tiempo a la hora de obtener resultados. Así en unas dos o tres semanas (que es el tiempo que viven estos gusanos) se pueden tener datos  de una forma mucho más económica y rápida que si se hubiese empleado otro sistema.

 

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Caenorhabditis elegans poniendo huevos (Foto cortesía de Biopolis S.L.)

 

Las ventajas del uso de elegans son claras. Clarísimas. Pero hay una ventaja que puede ser difícil de explicar. Se ha escrito y se escribirá mucho sobre el gusano y aún así no quedará nunca fielmente reflejada la emoción científica que proporciona el contar con un organismo como este. El disponer de un modelo que te permite hacer pruebas de una manera rápida y económica facilita enormemente el comprobar nuevas e innovadoras ideas que de otro modo se quedarían en un cajón. Haciendo buena ciencia probar más ideas implica tener más resultados. Y unos resultados bien interpretados son el progreso.

La idea que se está probando desde el laboratorio del Profesor Santiago Elena  es intrincada: ¿lograría un virus vegetal infectar al gusano?

Hay dos aspectos que, a prori, aportarían un “no” como respuesta: el salto entre reinos que debe hacer el virus y los mecanismos de defensa del gusano. Afortunadamente para cada uno de esos “no” hay  ideas que mantienen la puerta abierta a un sí.

Por una parte aunque los virus pueden verse capacitados para infectar especies emparentadas con su huésped habitual de infección, el salto del reino vegetal al reino animal se antoja complicado. A pesar de esto, conocemos cierta clase de virus vegetales, que realizan parte de su ciclo infeccioso en un organismo animal. Este individuo actúa como vector, portando en sus células animales un virus vegetal que es capaz de replicar y acumularse para luego ser transmitido a una nueva planta.

Por otra parte nuestros parientes gusanos poseen un fuerte mecanismo para enfrentarse a los virus: el silenciamiento génico. A través de RNA de interferencia el gusano es capaz de neutralizar casi cualquier infección vírica, estando descritos apenas un par de virus capaces de infectarlos. Y cuando los infectan lo hacen en mutantes o aislados silvestres cuyo sistema de defensa se ve reducido. El poder contar con estas cepas de gusano resulta una herramienta tremendamente útil a la hora de evaluar posibles infecciones.

 

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La Doctora Silvia Ambrós y un servidor  con las plantas utilizadas para multiplicar el virus.

 

Así que en eso estamos: creando cantidades grandes de virus en plantas, transmitiendo ese virus a diversas cepas del gusano y esperando resultados.



2 Comentarios

  1. Muy interesante tu trabajo Rubén, al leerlo se me ocurren algunas cosas. ¿Os habéis planteado la posibilidad de que funcione a la inversa? Que un virus de gusanos infecte plantas. Sería muy interesante por ejemplo, estudiar plantas que hayan co-evolucionado con estos gusanos en el mismo hábitat y bajo un contacto estrecho. Puestos a divagar…imagínate el bombazo que sería encontrar un gen del gusano en una mala hierba que crezca cerca.

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