Post escrito por Joaquín Manuel Sánchez, alumno del Máster de Biotecnología molecular y celular de plantas.
Como ya habréis escuchado incontables veces, y sino lo habéis oído aquí os lo cito yo, la inteligencia superior que nos caracteriza como humanos o «seres superiores» (dejadme dudarlo), sorprendentemente, nos está conduciendo no solo a la pérdida de la biodiversidad, sino a nuestra propia extinción. Entre los motivos que acabaran causando dicha extinción destacan el crecimiento demográfico exponencial (superpoblación humana) que tiene como consecuencia una limitación de los recursos como, por ejemplo, el propio agua y los alimentos, y una perdida de la «food security».
Pues bien, uno de los grandes retos que se nos presenta al ser humano hoy día es la carrera armamentística por aumentar la producción de los cultivos vegetales, para así poder alcanzar esa «food security» para todo ser humano (cosa que hoy no se tiene debido a la desigualdad entre países en la que vivimos), los máximos de producción y la mayor reducción de espacio cultivado para así preservar nuestra querida biodiversidad. Este gran reto está siendo abordado por multitud de investigadores con diferentes abordajes aunque con los mismos objetivos anteriormente mencionados.
Una de las principales dianas de estas investigaciones ha sido intentar descubrir que «señales misteriosas» también conocidas como genes, proteínas, hormonas u otros elementos similares, podrían estar participando en el control del inicio de la floración, para así poder acelerar esta etapa reproductiva o bien conseguir mayor número de flores y frutos, etc.
En el grupo de investigación que estoy participando decidieron darle una vuelta a este tema y tocar la parte más olvidada, el muñeco roto, ¿qué «señales de la muerte» están controlando que la planta deje de florecer y finalmente muera? Si podemos manipular algunas de estas señales que hacen que nuestras queridas plantas y cultivos paren de florecer y no puedan seguir apareándose con sus vecinas, evitamos la represión de la «promiscuidad vegetal» y estas plantas podrían florecer durante más tiempo dando así una mayor producción sin necesidad de volver a plantar nuevos cultivos tan repetidamente. En mi caso, me estoy encargando de determinar cual es esa señal/señales, a la que hemos puesto el cariñoso mote de «hormona de la muerte», que viaja desde el fruto hacia el meristemo de la planta, parte de la planta que actúa como célula madre para dar lugar a los demás órganos de esta, y que hace que esta deje de florecer y acabe su ciclo reproductivo. En el caso de la mayoría las plantas anuales (como muchos de los cultivos que consumimos) el fin de la fase reproductiva coincide también con el fin de su ciclo vital. A este proceso en el que el meristemo para su actividad y deja de producir flores e inflorescencias u otras estructuras, se le conoce como arresto proliferativo global del meristemo (GPA).
Para alcanzar este objetivo, usamos herramientas análogas a las que utilizaría un mecánico tales como la llave inglesa o el destornillador, pero aplicadas a un biotecnólogo. Destaca el uso de los sistemas de clonaje GateWay y Golden Braid para conseguir la introducción de los genes diana y la tecnología CRIPSR-Cas para así poder obtener las plantas mutantes que nos ayudaran a dilucidar y entender un poco más de todas esta señales y hormonas que controlan ese final de la floración o el GPA.